Llegaste de repente



Como sólo lo sabe hacer la Serendipia. Y yo sin estar preparada porque apenas regresaba de aquel lugar misterioso, me tocaste el corazón a través de tu madre. Como sólo un ángel puede hacerlo. Cómo solo ustedes saben hacerlo. Y me miraste. Silenciosa. Compasiva. Las dos estábamos heridas. A tu madre la querían muerta. Y al final entendí que a mi también. Entonces nuestros ojos se miraron. Y pudimos en un solo instante saber que seríamos más que compañeras. Que seríamos amigas. Que me darías una gran felicidad y que aunque partirías pronto, me regalaría tus primeros seis meses del más inmenso amor. Llegaste de repente. Y yo que aún ni podía ver la superficie, recibí a tu madre en casa. En contra de todo. ¡Porque soy un exceso! ¡Lo sé! Y Nicolás entonces sorprendido me decía, ey maaaaaaaaaaaaaaaa…..no más. Pero cuando él también vio preñada a tu madre, su corazón se derritió. Se derritió de amor porque en ese corazón habita un ser luminoso y compasivo y real y honesto y sereno y también practico. Mi balanza. Mi equilibrio… Llegaste de repente y Tiz, uno de tus ángeles, así como Noris, sonreían de ver a tu madre en este maravilloso espacio en donde ya una casita cerca al bosque los esperaba. En donde esa coca azul que aún es la misma tenía comida para ustedes. En donde tus otros amigos miraban sorprendidos a tu madre de saber que tendrían también nuevamente que compartir nuestro amor. Nuestro hogar. Nuestro afecto. Y tú madre, como solo pueden hacerlo esos seres a quienes maltratan y son humillados, escondía su cabecita. Y su cuerpo temblaba. Y su cola era invisible. Y su barriguita con nueve ángeles peludos y de cuatro patas, incluyéndote, parecía imperceptible. Y sólo pudimos llevarla a su nuevo hogar. Uno hecho por mi. Con cortina de madera y techo de vidrio. Y en donde las flores los cuidarían y las ardillitas, y con después jugarías, serían sus compañeras por más de dos meses. Llegaste de repente y nuevamente, como solo la magia y la vida pueden hacerlo, me recobraste. Pensábamos que íbamos a ayudar a tu madre. Pero fue tu madre y fuiste tú, quien terminó por rescatarme. Fue esa Crespa peluda y negra quien día a día se robó mi corazón y siempre me hacía soñarla y ensoñarla, hasta que pudo venirse detrás de mi caminando y mirarme con esos ojitos misteriosos a los que yo trataba de comprender y a quien muchas veces le pregunte en nuestras noches maravillosas de hamaca, ¿quién eres? ¿quién eres Crespa? ¿Quién….? Y aunque nunca pudiste responderme con la certeza que los humanos deseamos, siempre lo supe…Siempre. Y me tomaste con tu cola. Peluda. Y con tus manotas de tigre. Y me tuviste paciencia. Y me mostraste nuevamente la belleza de aquellos lugares que ya se me habían olvidado. Me mostraste que en ese paraíso que solo puede uno ver cuando es pequeño, está casi todo. Y pude revolcarme contigo en la manga mojada. Y correr por entre la hojarasca y esconderme para que me encontraras y tu cola casi se te despegara de alegría. Y tus dientecitos me recordaron el poder de lo animales desde pequeños. Y tus orejas cuando escuchabas a aquel Carriquí siempre, siempre, comenzaban esa danza que solo quienes tienen el placer de escuchar casi todo, hasta lo imperceptible pueden hacer. Y tus abrazos perrunos me conquistaron y me embriagaron y me sacudieron y me robaron el corazón y me sacaron a la superficie… Seis meses tardaste. Fue lento. Porque es medido en el tiempo humano. Pero seguro que fue en un solo instante. Fue cuando desde un día como hoy me obligabas a detenerme para ayudar a tu madre a nacer, junto con otros ocho peludos que ya esperaban otras ocho amigas. Otros ocho ángeles de dos patas que pusieron lo necesario para que ustedes pudieran nacer. Y nacieron. Y gozamos. Y los cuidamos. Y los vimos crecer. Y cuando todos debían partir tú y yo, mirábamos desconcertadas. Mirábamos como tratando de decir ¿y para qué todo esto? ¿primero nos hacen enamorar y luego nos toca sentarnos acá tan solo a mirar como se van? ¿para eso? Si Crespa para eso. Juntas comprendimos nuevamente que se ama y se deja ir. Que el amor es libertad. Que en el amor no hay apego. Que en el amor hay soltura. Que en el amor hay serenidad y belleza. Que en el amor solo puede habitar él. Que el amor es paz. Que el amor es aquel sentimiento que te embriaga y te lleva a lugares a donde solo puedes ir con el. Que con el puedes hacer lo imposible. Que con el amor un día cualquiera puedes inclusive darte cuenta que hasta a él tienes que dejarlo ir...para que también seas libre y para que como en aquel día día después de que me diste tanto, me recordarás que mi ascenso de aquel lugar profundo y frío hasta llegar a la superficie, debía ser lento. Para poderme recostar sobre la superficie y cerrar mis ojos y sentir la tibieza de la vida. Tú me prestaste tu colita, y nos sirvió de remo, y la moviste lenta, y aún cuando yo quise soltarla porque no resistía el dolor, la angustia y el desasosiego, tú, que seguramente fuiste mandada por alguna ballena amiga, pasabas tu colita por debajo de mi espalda y me sostenías. Y yo la sentía tensa y mi columna trataba de hundirnos, de rabia, de negación, de maldecir a un sistema con el que no estoy de acuerdo. Con un sistema falso, que te engaña. Que no es humano....Pero tú, mientras mas yo trataba de hundirme, jugueteabas y me acariciabas y me hacía cosquillas. Y lentamente me hacías volver a reír. A carcajadas. Y por supuesto. Fue inevitable. Sonreí. Reí. Y a carcajadas.... Me conquistaste. Cedí ante ti. Me embriagué con nuestras sonrisas. Me dejé seducir por la magia de la amistad verdadera. La de los espíritus. La de las amigas eternas. Esa que nos mandan los ángeles cuando saben que lo necesitamos más que cualquier otra cosa. Más que un beso humano. Más que un abrazo humano. Más que una sonrisa humana. Más que todo lo humano. Y acertadamente ellos sabían qué me cautivaría... Y lo lograron. Lo lograste. Sin duda. Y cerré mis ojos. Y flote en silencio. Y mi cuerpo agotado descansó. Y mi corazón se serenó. Y mi sonrisa regresó. Y todo regresó. Regresó esta que también después te buscó y te buscó incansablemente. Día y noche. Por todo el bosque. Por todas partes. Porque te fuiste como llegaste. De repente. Y entonces yo no dormía. Y pensé enloquecer. Y todos los ladridos eran los tuyos. Y todos los crespos también. Y me fui al bosque desesperada porque perdía una amiga. Y corrí. Y de noche y de día. Y sola y acompañada te busqué. Pero no te encontré. Aún cada día y muchas noches voy al bosque y espero encontrarte escondida en algún árbol. Haciendo de las tuyas. Jugando con los duendes. Y siento tu presencia. Y siento tu aroma. Y siento tu cola. Y debí sentarme despacio. Y debí dejarte ir. Y debí permitirte que me acompañaras de otra forma. Ensoñarte. Soñarte. Y sentir tu cola en mi hamaca. Y sentir tus ñatas frías en mis mañanas frías. Y así comprender que fuiste un ángel. Que viniste a través de Tina nuestra perra compartida por nueve amigas hermosas, pero que hubo un ángel que debió dejar sus alas y ponerse cola, y ponerse patas de perro y debió ser peluda y debió ser Crespa, para que yo flotara otra vez….para que yo encontrara un sentido perdido. Este… Te abrazo Crespa. Lo lograste. Donde quiera que estés…porque ahora sé que estas conmigo…

Like this story?
Join World Pulse now to read more inspiring stories and connect with women speaking out across the globe!
Leave a supportive comment to encourage this author
Tell your own story
Explore more stories on topics you care about