Miraba a lo lejos



Pude ver mientras mi hijo disminuía la velocidad y pasaba cerca de la acera que sus ojos tenían un velo. Era blanco. Su mano tenía un papel blanco que ya muchos reconocemos porque en ellos nuestras eps imprimen sus órdenes y nos envían de un lado a otro mientras nuestro cuerpo agotado busca respuestas a nuestros dolores. Su mano temblaba y mi garganta se atoró. Mis ojos también. No solo me vienen fallando y ando sumida entre una extraña sensación de ir perdiendo por el paso del tiempo aquello que es tan invaluable, sino que mi corazón me apretaba fuerte el pecho y mis ojos apenas podían tratar de contener la respuesta que me produce sentir que nos vamos quedando un poco solos justo en esa época que más necesitamos de compañía.





Aquella mujer tocó nuevamente mi esencia. Es usual. Ya me conozco bien. Cada día veo escenas que me exigen estar más atenta a la vida que a la muerte. Me conmovió ver la claridad de sus ojos y la expresión de su rostro porque en ellos pude ver la ausencia de quienes la han amado. Esperaba. No parecía que fuera a alguien. Se ve que ya esperó bastante. Simplemente estaba allí sentada y con certeza supe que tenía familia. Que alguien en casa la esperaba. Que sus hijos estarían tan ocupados en sus propias cosas que hoy no estaban con ella. Que nos vamos llenando de ocupaciones, muchas veces sin sentido y nuestras verdaderas ocupaciones van quedando relegadas en el olvido de intentar ser, mantenernos, sobrevivir y estar.





Que curioso y particular lugar en el que vivimos. Uno cada vez mas complejo y extraño para mi. Me siento colgada de un sistema imparable en donde el afán por mantenernos ocupados nos va dejando sin tiempo para la contemplación. Contemplaba justo a mi madre en ese instante acompañándola a hacer una vuelta, justamente de salud y justamente de sus ojos, cuando aquella mujer me recordó estar haciendo lo correcto, en el momento preciso, en el tiempo exacto.





No siempre fue así. No siempre puedo. Ni puede. Ni pueden. No siempre nos permitimos soltarnos de todo y alejarnos del bullicio aunque sea mental, para concedernos y permitirnos el placer de reconocer esos seres que deambulan por nuestras vidas, recordándonos importancias y urgencias. Placeres y necesidades. Deseos y sueños. Voluntades y acuerdos. Seres que un solo instante nos hacen reflexionar en lo más profundo para detenernos a pensar, qué es lo que vale la pena.





Todos vamos creciendo y nos vamos haciendo diferentes. Viejos tal vez, con más experiencia quizá. Pero lo que si es cierto es que en nuestro cuerpos, el paso de los instantes vividos, van dejando esas marcas únicas que nos cuentan y dan cuenta de lo que hemos hecho. Miro atrás y aún no puedo ni imaginar cómo fue que he hecho todo lo que he hecho. Como dice el dicho, hasta pa´vender. Y todo en una búsqueda de ilusiones y de sueños que son los que como especie nos mantiene vivos. He sentido hasta el tope de mis emociones muchos instantes únicos y he conocido la felicidad absoluta así como el miedo total. He permitido que mi espíritu viva libre porque la libertad me alimenta y me permite crear constantemente. Como este instante en el que creo este tiempo para mi. Y para recordar a aquella mujer de ojos con un velo blanco.



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