SOBRE EL TRABAJO CON EL PARADIGMA DE LA INTERSECCIONALIDAD PARA LA TRANSFORMACIÓN SOCIAL



Estoy feliz de poder publicar alguna de mis reflexiones como parte de mi praxis cotidiana como militante feminista afrodescendiente. Espero sus comentarios y poder intercambiar con ustedes. Quizás sea muy teórico, pero es para empezar, luego me dedicaré a mostrar ejemplos de la lucha por los derechos del colectivo afrodescendiente en mi país. Ahí va...



Voy a hablar desde mi identidad política como parte de MIZANGAS, grupo de mujeres afrodescendientes jóvenes. El grupo tiene tres años de trayectoria, más allá de que sus integrantes son jóvenes pero militantes de larga data del movimiento por los derechos de los afrodescendientes. Los ejes transversales de trabajo son el género, la raza/etnia y las relaciones intergeneracionales, Trabajamos desde el paradigma de la interseccionalidad., concepto en el que me interesa profundizar en esta oportunidad como herramienta de trabajo.
Podemos decir que, la conformación del grupo es la expresión de un contexto político y de cómo diferentes conflictos se fueron desandando y procesado. Llegamos a la conclusión de que encontrar un espacio propio y autónomo era fundamental para colocar nuestras demandas específicas, de forma que las mismas no se vieran diluidas dentro de la agenda del movimiento de mujeres. Tratamos, en palabras de Sueli Carneiro, de “ennegrecer el feminismo y feminizar la lucha antirracista”. Desde un espacio específico tratando de articular con ambos movimientos y con otros que pretenden la transformación social. Negociando con ellos la colocación de nuestras demandas en las agenda pública.
Este espacio específico fue necesario porque históricamente las participantes del movimiento afro descendiente eran acusadas de dividir el movimiento si colocaban el conflicto de las relaciones desiguales de poder entre hombre y mujeres. Por un lado, colocar la lucha también significada quedar relegada siendo que muchas veces existía una dependencia político-organizativa muy fuerte para con los hombres afros.
No sólo los hombres afro cuestionaban esta posición, lo más preocupante era que, también habían mujeres afro que participaban a la interna del colectivo y desarrollaban prácticas que buscaban acallar las diferencias y pretendían excluir a las compañeras que pensaban diferente, en este caso a las que cuestionaban las relaciones desiguales de poder entre hombres y mujeres a la interna del colectivo afro.
Esto demuestra que operaron efectivos dispositivos para evitar que anteriormente se consolide un movimiento autónomo de mujeres negras en el Uruguay, como sí se dio en otras partes del continente americano por los 80 y los 90.
El tema del patriarcado fue un tema álgido dentro del movimiento afro, tanto que en el año 92 al volver de República Dominicana dónde se realizó el I Encuentro de Mujeres Negras, dónde surgió la Red de Mujeres Afrolatinas y Afrocaribeñas, se realizaron dos primeros Encuentros Nacionales de Mujeres Negras. (uno en la ciudad de Montevideo y otro en la ciudad de Melo)
Podemos decir que este tema en vez de fortalecer el análisis y la posición de las mujeres negras hizo que éstas se dividieran y se debatieran en una “puja de lealtades”, debilitándose los distintos intentos de procesos autónomos y de protagonismo de las mujeres negras.



A su vez, las mujeres negras que colocaban el tema del racismo dentro del movimiento feminista, lo que muchas veces no se veía –o no se ve, debería decir? -con buenos ojos, también fueron acusadas de dividir el movimiento y que las debatir esas diferencias restaba energías para generar alternativas políticas. Ese discurso ciertamente es bastante contradictorio, ya que se asimila a la crítica tradicional que desde los distintos movimientos sociales, por ejemplo desde el feminismo o desde el movimiento antirracista se le critica a la izquierda; que dice que el tema de la clase esta primero que el tema del género o de la raza/etnia. La eterna disyuntiva entre lo urgente y lo importante, que por supuesto hace que nunca sean parte de la agenda pública algunos temas. Ahora mi pregunta directa es ¿cómo colocar el conflicto racial existente, a la interna del movimiento feminista?
En el relato anterior, vemos las diferentes maneras en las que se utiliza el poder y las prácticas que legitima. Cuestiones centrales que todas debemos revisar a la interna de nuestras organizaciones para no reproducir estereotipos y formas de exclusión.
Sabemos que al interior del movimiento feminista hay una cadena de mando y que las críticas no son siempre bienvenidas. Esto esta sustentado en el hecho de que la redefinición del poder incomoda, hasta a nosotras mismas. Por eso es necesaria una revisión continua de nuestras prácticas, son muy necesarias las articulaciones, la formación de alianzas y el establecimiento de acuerdos, de lo contrario estaremos mirando con los mismos lentes y actuando desde el lugar hegemónico que criticamos.



Considero que es recién en este momento histórico, en el que el colectivo afrodescendiente ha alcanzado cierto nivel de visibilidad y cierta incidencia política (queremos mucho más), que nos podemos sentar con las feministas tradicionales en un cierto pie de igualdad para permitirnos una articulación de agendas y un debate más profundo sobre algunas cosas. Por eso en esta oportunidad, me interesa hablar de interseccionalidad, como paradigma de trabajo fundamental para las que tenemos pretensiones de transformación social. En este caso es necesario para que los avances del movimiento feminista sean efectivos y aporte soluciones para todas las mujeres, contemplando su diversidad. Cuando hablo de efectividad, hablo de soluciones concretas para demandas específicas. Es largamente sabido que las soluciones universales no apuntan acortar las brechas y la desigualdad a la interna de los colectivos.
Ciertamente me siento feminista, porque soy parte de un colectivo de mujeres que ha resistido y que ha contribuido con los logros y los avances conseguidos. No necesito pedir permiso para expresar mi opinión como feminista afrodescendiente, aunque por cierto, no son mucho los espacios dónde puedo hacerlo. No siempre se cuentan con los recursos para participar de las instancias dónde se dan estos tipos de debate. Por ejemplo, en Marzo en el DF de México es el XI Encuentro Latinoamericano y Caribeño Feminista y aún no he conseguido como llegar hasta allí.



Volviendo al tema de la interseccionalidad, un buen ejemplo de contemplar la interseccionalidad, lo podemos encontrar en el Consenso de Quito. Creo que el mismo contempla la diversidad de demandas, dada la pluralidad de identidades entre las mujeres. El Consenso de Quito establece dos prioridades en la agenda feminista: la participación política y el trabajo remunerado y no remunerado. Hablar de este último tema es incursionar en lo que históricamente ha sido invisibilizado, bajo las relaciones desiguales de género, la desigualdad étnico-racial y el poco análisis del aporte de actividades definidas como “femeninas”; tareas de cuidado, educación y reproducción de las sociedades. El tema del cuidado es un tema por el que largamente las mujeres afrodescendientes e indígenas han luchado, porque les afecta en mayor medida, pero a pesar de ello es un tema que hasta ahora había sido relegado por el feminismo.
Sabemos que la participación política en las mujeres afrodescendientes es casi nula, ya que existen niveles de vulnerabilidad muy importante en este sector, lo que hace que las demandas de las mujeres afrodescendientes se relacionen más con las necesidades primarias (acceso a la salud, a la vivienda, etc) y sobre todo demandas relacionadas con la generación de ingresos. Sabemos a su vez que la mayoría de las mujeres afrodescendientes se encuentran trabajando en el sector informal con condiciones precarias, con un porcentaje muy importante de éstas desarrollando actividades en el servicio doméstico. Es obvio que la participación política, a pesar de ser un tema muy importante, no esta dentro de las demandas prioridades de las mujeres afro.
El movimiento feminista que reivindica la participación política, es consiente que ésta, implica una triple jornada para las mujeres. Las mujeres deben negociar y/o abandonar algunos de sus roles tradicionales para dedicarse a la participación política. Casi siempre se opta por contratar a otra mujer para que realice las tareas domésticas. Así se da la subordinación de una mujer hacia otra mujer, que casi siempre es una mujer pobre entre las que se encuentran mayormente las indígenas y las afrodescendientes. Subordinación que se da porque el trabajo doméstico remunerado está aún lejos de ser un trabajo digno.
Si el movimiento feminista no toma la bandera del reconocimiento del aporte económico de las mujeres a la sociedad, sobre todo en las tareas de reproducción y de cuidado, como una de las banderas fundamentales de lucha, se estarán reproduciendo formas de opresión y de dominación hacia algunas mujeres particularmente, deslegitimando la práctica feminista en si misma que debería lucha contra las formas de opresión que subordinan a las mujeres contemplando su diversidad.
Afirmamos que sólo colocando los conflictos que se dan en la sociedad a la interna del movimiento, es como se permite su abordaje y por fin un avance hacia la transformación.



Al hablar de la identidad afrodescendiente y presentarme desde este lugar, pongo de manifiesto el conflicto racial existente en la sociedad, el que fue y es largamente discutido por las mujeres afro hacia la interna del movimiento feminista. Quien la mayoría de las veces desde su veta hegemónica habla desde una universalidad que no considera los contextos históricos, ni las experiencias individuales y colectivas de muchas mujeres, que si bien son víctimas de sexismo, eran atacadas por los efectos de los sistemas de dominación como el racismo, el clasismo, el heterosexismos, el adultocentrismo.
En la actualidad aunque han surgido avances, todavía hay mucho por hacer en la incorporación de la diversidad de las mujeres al discurso y a la práctica feminista. Por eso, posicionarse políticamente es asumir conflictos que se expresan en los discursos, acciones y posturas mediante la exclusión u omisión de la temática racial cuando se habla de la opresión hacia las mujeres. Esta es mi lucha política en el momento (y por suerte la de muchas más), por el reconocimiento pero también por la redistribución de los espacios públicos y de los recursos de poder.



Por la misma precariedad material y educativa en que se encuentras las/los afrodescendientes, por la ausencia del tema del racismo en los centros de estudios de mujeres, en las academias, en foros sociales, etc, y por la misma falta de visión de las múltiples opresiones por parte del feminismo, es que el cuerpo político que ha sustentado la acción política de la lucha antirracista y antisexista a nivel de Latinoamérica y el caribe sigue siendo débil. Aunque existen excepciones, uno de los mayores desafíos esta dirigido hacia la producción de publicaciones, sistematizando un pensamiento crítico capaz de articular los diversos niveles de opresiones que atraviesan a las mujeres dentro del contexto latinoamericano y caribeño. Aquí las antirracistas feministas, tenemos un gran desafío.



Lélia Barrios, mujer afrodescendiente, autoasumida como feminista, fue de las primeras junto con Angela Davis en colocar la importancia de la interrelación entre racismo, sexismo y clasismo en la vida de las mujeres negras. Luisa González investigadora de Salvador, Bahía analizando el pensamiento político de Lélia apunta:



“Por un lado Lélia reconoce la contribución que la teoría y la práctica feminista tuvieran a nivel internacional y su papel precursor en la discusión del homosexualismo [3], a partir del debate de la sexualidad en general. Por otro lado alertaba que la ausencia de la dimensión racial indicaba, en lo mínimo, una falta de reciprocidad considerando que en los Estados Unidos, por ejemplo, los movimientos homosexual y feminista fueron impulsados grandemente por la lucha de los negros por los derechos civiles. Desde esta perspectiva, sexismo, racismo serían variaciones de un mismo tema más general que tiene en las diferencias biológicas (reales o imaginadas) el punto de partida para el establecimiento de la ideología de la dominación. Lélia decía: “ El olvido de la cuestión racial puede ser interpretado como un caso de racismo por omisión, que se origina de perspectivas eurocéntricas e neocolonialistas de la realidad latinoamericana” (Bairros, 2000: 55).



Mencionaré algunas de las críticas tradicionales de las mujeres afro hacia el feminismo, realizadas a la interna del movimiento pues las mujeres negras se consideran parte del movimiento, conforman parte de los feminismos y gracias a ellas es que hoy yo me encuentro en este lugar. Las mujeres afro han contribuido desde diferentes lugares de resistencia a la liberación de las mujeres.1



Una de las principales reivindicaciones del feminismo contemporáneo con base en el análisis de la división sexual del trabajo y a la diferenciación entre roles femeninos y masculinos fue el derecho al trabajo asalariado, fuera del hogar, lo cual permitiese a las mujeres una autonomía financiera a la vez que lograr reconocimiento social. Mientras que las mujeres afrodescendientes siempre trabajaron fuera del hogar utilizando su fuerza de trabajo en las calles y en la casa de los y las blancas, fruto de la herencia de la esclavitud.
La división de la esfera pública y privada como aquellos espacios donde se evidenciaba la división sexual del trabajo, perdía ese sentido absoluto cuando se trataba de la experiencia de muchas mujeres en la que ambas esferas fueron espacios de explotación económica, de construcción de estereotipos y roles sexualizados y racializados, ubicadas siempre en esferas laborales menos valoradas y remuneradas, como lo fue, entre otros, el trabajo doméstico.



El análisis de la violencia también fue cuestionado por haberse limitado a la esfera doméstica e intrafamiliar. Si bien las afrodescendientes sufren de igual modo que otras mujeres la violencia por parte de los hombres en el ámbito domestico, privado y público, no se especificaba cómo ésta se relacionaba con un racismo institucionalizado que por un lado marca una representación sexual a las afrodescendientes, vistas como “buenas y calientes para la cama”, hipersexuales y agresivas, que sumado a la pobreza en que viven las lleva a ocupar los mayores porcentajes en la participación del trabajo sexual y en la pornografía. Por otro lado, el feminismo no abordaba cómo esa violencia racial se manifestaba en la esfera pública como la calle y en los espacios de trabajo.



Las personas afrodescendientes siempre están asociadas al crimen, a la perversión y el desorden, sumado a que la situación de marginalidad extrema les condena a altos niveles de drogadicción, alcohol, violencia, lo cual ha justificado políticas de control y violencia por parte del Estado y los aparatos policiales. Ese racismo cotidiano e institucional que viven en la esfera pública, hace que la familia en cualquiera de sus formas, sean especie de refugios que les permite cierta sobrevivencia emocional y apoyo colectivo. Por lo que la importancia del rol de la familia y la comunidad en los/las afrodescendientes es fundamental. Esto permite un reconocimiento y cierto alivio, al encontrarse con pares el hostigamiento cotidiano se hace más llevadero.



El tema de la reproducción también fue complejizado por las afrodescendientes. Éstas han levantado el derecho a la reproducción en buenas condiciones frente a los limitados y deplorables servicios públicos de salud y en contra de la esterilización forzada, ejemplo de políticas eugenésicas y racistas estatales que siempre han estado dirigidas hacia las mujeres pobres, indígenas y afrodescendientes.



La consigna “lo personal es político” que ha permitido a las feministas la politización de lo íntimo y privado y una autoafirmación personal, adquiere una visión diferente cuando se trata de experiencias de las mujeres afrodescendientes. Lo personal se une a lo colectivo no dejando paso a la dicotomía autorealización y acción colectiva. Ya que el racismo no discrimina al individuo sino que lo discrimina por pertenecer éste a un colectivo determinado.



Afirmamos entonces que, para hablar desde el paradigma de la interseccionalidad es necesario asegurar la visibilidad de la subordinación intersectorial o de las múltiples discriminaciones. Para trabajar desde este paradigma se debe adoptar una política –al decir de la teórica feminista Mari Matsuda - de hacer otras preguntas.



Si bien una situación de subordinación puede ser identificada como producto obvio del sexismo es importante incorporar como rutina las preguntas: Dónde esta el racismo en esto? Cuál es su dimensión de clase?, Dónde esta el heterosexismo? Cómo el problema se ve incidido o matizado por el tema del territorio, o de la región? O por las consecuencias históricas del colonialismo?



Las formulaciones de género aparecen inmediatamente porque el movimiento feminista ya tiene un ejercicio -ya están puestos los “anteojos de género”-, pero sabemos que operan otras formas de opresión en la matriz de dominación imperante entonces, es colocando un conjunto de preguntas cómo, las dinámicas de opresión adicionales pueden ser descubiertas.



Nosotras las mujeres afro que participamos tradicionalmente de la lucha antirracista, hemos aprendido mucho de las feministas. Hemos concurrido a cursos, hemos escuchado sus discursos y luego hemos reflexionado y matizado los mismos con los anteojos que ponen sobre la mesa las relaciones raciales. Eso ha aportado para la construcción, que aún sigue en proceso, de nuestros discursos, nuestras posturas, así como nuestras agendas con nuestras prioridades.



Desafíos para la interseccionalidad




  1. Análisis y definición de los aspectos raciales en las diferencias de género. Es necesaria una mayor teorización y evidencia de estas diferencias para lograr una mejor comprensión de este fenómeno por parte de los distintos actores en el marco de los Derechos Humanos.



No existe hasta el momento nada equivalente a lo realizado en Viena y en Beijing en términos de discriminación de género para el contexto de la raza y de la discriminación racial. Es decir que, existen recorridos y cúmulos dispares a lo largo de una trayectoria de más de diez años que culmina con la incorporación de la perspectiva de género y por otro lado con un compromiso de iniciar con nuevas estrategias para profundizar la voluntad política expresada en la ratificación de las conferencias (declaración y plan de acción) internacionales para eliminar la discriminación racial y otras formas de intolerancia. (Durban, 2001 – Brasilia, 2008)
Es un momento óptimo para vincular agendas y desarrollar metodologías que permitan un abordaje práctico desde el paradigma de la interseccionalidad.




  1. Incorporar la variable etnia-raza en las estadísticas socio-demográficas, sensibilizando sobre la importancia de contar con información desagregada para alcanzar la equidad. Esto permitirá cruzar los datos con la variable sexo y abordar los problemas específicos que supone la interseccionalidad.



La sensibilización es muy importante porque se debe reconocer públicamente la presencia del Racismo en nuestras sociedades y abordar estrategias que incidan en su combate. Esto supone ante todo el reconocimiento de una sociedad multicultural y pluriétnica a nivel nacional.




  1. Existe un desarrollo desigual entre los discursos de derechos humanos específicos a la raza y los de género.



El nivel de los grupos de organización e institucionalización de la práctica de los derechos humanos basada en el género esta mucho más avanzada que la que tiene base en la raza. Las organizaciones que se dedican a bregar por los derechos de los y las afrodescendientes son muchas menos y por eso quizás, no existe aún un consenso sobre cómo abordar la temática racial en las políticas públicas (race mainstreaming)
No sólo en las políticas públicas también en la institucionalización de lugares específicos que aborden esta temática en las agencias de cooperación internacional.




  1. Algunas de las vulnerabilidades interseccionales discutidas aquí, en parte son consecuencia de la división Norte/Sur. Esto supone limitar el grado de tratamiento de estas cuestiones en la perspectiva de los derechos humanos, que cuida sobre todo de las relaciones al interior de los Estados. La eventual construcción étnica-racial produce tal división justamente por los vínculos con la historia colonial que introduce el fantasma de la raza y del color en el nivel macro de la ecuación. El complejo papel de las elites racializadas también cumplen un rol fundamental en el análisis de las jerarquías existentes al interior de cada país. Las presiones corporativas de base oligárquica también impiden el tratamiento de estas cuestiones que están en la base misma de la fundación de nuestros estados nacionales, en los parámetros de acumulación de la riqueza y de distribución de los recursos. Un ejemplo claro de esto se puede ver en Bolivia y la lucha indigenista.


  2. Se debe hacer hincapié en la responsabilidad de los órganos de revisión de los tratados de Derechos Humanos ratificados por el Estado, en la solicitud de un análisis intersectorial de forma de observar como los diferentes sistemas de opresión operan a la interna de las sociedades.




Esto a su vez, permitirá buscar protección y medidas de reparación contra la discriminación en forma intersectorial. Permitirá llegar a promulgar legislación nacional que aborde el tema étnico-racial en conjunto con el tema de género, a su vez que también permitirá construir medidas y espacios institucionalidades que den respuesta a los problemas de forma intersectorial. Un ejemplo de esto a nivel nacional, es la Dirección de las mujeres afrodescendientes dentro del Instituto Nacional de las Mujeres del Ministerio de Desarrollo Social.




  1. Apoyar e incidir para que la incorporación de la perspectiva étnico- racial sea incorporada, como lo es la perspectiva de género. Se debe promover que la incorporación de género garantice la incorporación de las otras formas de opresión, de esta forma se estará garantizando el abordaje de las múltiples discriminaciones hacia las mujeres.



Se debe tener en cuenta que muchas veces la omisión de la temática puede ocurrir en un contexto en el que se dice se quiere mayor inclusión y lo que se hace en definitiva al excluir este tema, es reproducir la opresión y la exclusión. Sabemos que un tratamiento igual a los desiguales sólo trajo mayores desigualdades.




  1. Se debe invertir en la capacitación de las mujeres y sobre todo en la promoción de liderazgos entre las mujeres que están más marginalizadas (indígenas, afrodescendientes) para que puedan tener un mayor acceso y hacer ejercicio de su cuota de poder mediante una real participación haciendo un ejercicio pleno de su ciudadanía. En este punto es importante fortalecer específicamente también a las jóvenes, de forma de asegurar un recambio generacional y así la resistencia y sostenibilidad de la lucha.


  2. Incorporar el enfoque étnico-racial en los diferentes programas, proyectos y acciones de las organizaciones feministas, a través del trabajo articulado con organizaciones que se dediquen al trabajo antirracista.
    Esto supone a su vez, incorporar nuevas miradas, nuevos análisis, nuevas formas de acercarse a la realidad, una nueva subjetividad. Supone ante todo, conocer cuales son los ejes que determinan el trabajo con la afrodescendencia, dónde por ejemplo, la espiritualidad y la cultura cumplen un papel fundamental.




El trabajo desde el paradigma de la interseccionalidad implica que el feminismo muestre más claramente en su discurso y en su práctica la lucha contra las diferentes formas de opresión que subordinan a las mujeres. Esto supone a su vez, la aparición en la escena pública de otras caras como resultado de un efectivo trabajo de lucha contra las múltiples discriminaciones. Una política que contemple una presencia objetiva de la diversidad.



Junio de 2008

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